–En términos «macro» como usted dice, ¿qué opina sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial?
–Yo no creo, sinceramente, que la Justicia esté politizada en líneas generales. Puede haber algún caso, como en todas las cosas de la vida, pero no creo que esté politizada. Sin embargo, sí tiene apariencia de politización muchas veces. Y estoy hablando, también, muy concretamente en este sentido de que mientras identifiquen las asociaciones judiciales con algún matiz político, esto no tiene arreglo porque los magistrados que están asociados nacen con un pecado original, entre comillas, que es pertenecer a una asociación que ya se decreta como de derechas, de izquierda, de centro o de lo que sea. Y entonces la cuestión no es cómo se eligen o quién los elige sino quiénes son porque es que jueces independientes, normalmente, al Consejo van poquísimos porque tiene la manera para llegar es más dificultosa.
–¿Cuál es la solución?
–Lo he dicho muchas veces y sigo insistiendo, ¿por qué las propuestas no vienen del mundo profesional? En lugar de venir de los partidos políticos que venga del Consejo General de la Abogacía, de la Procura, de los fiscales, de los letrados, de la Administración de Justicia, de los abogados del Estado, etc, etc... Luego cada candidato tendrá su forma de pensar como todo el mundo y será lo que sea pero no viene marcado como profesional. Bueno, pues esto que se puede hacer y para lo que no se necesita prácticamente nada de reforma, nadie ha querido hacerlo.
–¿No cree que haya, entonces, un intento de ideologizar con determinadas leyes por parte del Poder Ejecutivo y del Legislativo?
–Bueno, eso es otro capítulo, el de las leyes, que ya no depende de la Magistratura, ni del Consejo General del Poder Judicial, ni la Justicia española, sino que depende del Parlamento. Y ahí yo lo que echo de menos como ocurre en algunos países, no en todos, es que en los partidos políticos para temas que son sensibles, de conciencia, no permitan libertad de voto en los temas que son de conciencia como el aborto, la eutanasia.
–Y a la inversa, ¿existe una judicialización de la política?
–Seguramente. Pero es que eso no lo han buscado los jueces. Los políticos, como no son capaces de resolver sus diferencias, pues acuden a la Justicia. La Constitución existe y la prueba es que gracias a eso se mantiene las instituciones y hay democracia en España. Si no fuera por eso, el Poder Ejecutivo acabaría con todo. Tiene que haber un Poder legislativo y un judicial fuerte para parar al Ejecutivo, que no se lleve todo por delante. Cuando se lo lleva todo por delante eso se convierte en una dictadura.
–¿Cuál es el problema para que en España la Fiscalía que está designada por el Gobierno, como en otros países, esté a su servicio?
–Eso tiene una doble componente: el sistema y las personas. En España hemos tenido fiscales generales de distintos Gobiernos, de todos los colores, unos mejores que otros... pero la Fiscalía tiene una estructura orgánica muy parecida a la del Ejército, cosa que no ocurre con los jueces. ¿Son independientes los fiscales? Relativamente. Tienen la obligación de obedecer. El sistema de elección de los fiscales de Sala del Supremo, por ejemplo, no es exactamente igual que el sistema de elección de los magistrados del Supremo sino que las facultades del Fiscal General del Estado son mucho mayores.
–¿Se pleitea mucho en España?
–Pues yo creo que hubo un boom con el advenimiento de la democracia pero que se ha ido moderando bastante. Después de la pandemia, en ciertas jurisdicciones parece que sí puede haber una cierta explosión ahora, sobre todo en la social y en la mercantil. Pero el civil gana por goleada. Los problemas de la gente son civiles porque tiene que separarse o divorciarse, un problema con una herencia, una deuda o un crédito con un banco, un inquilino que no les paga... Son las cosas de la vida diaria.
–¿Y qué me dice del arbitraje? ¿Falta cultura de la mediación en España?
–Yo alguna vez a un cliente le he dicho que «esto podríamos arreglarlo con una mediación o con un arbitraje» y la contestación ha sido un «no, no, lo mío que lo diga un juez». La gente valora a los jueces. Ahora tenemos pendiente una ley que ya se está tramitando que es la Ley de Eficiencia Procesal, en donde a la mediación se le da un papel muy protagonista. No sé yo si esto va a funcionar en la práctica o no pero, desde luego, intento se está viendo.
–Y en materia de igualdad, ¿cómo está la Procura?
–La procura es una profesión notoriamente femenina. Estamos, aproximadamente, en un 70 % de mujeres frente a un 30 % de hombres. Si vamos a la gente más joven, seguramente incluso en mayor proporción porque los que somos más veteranos éramos mayoría de hombres. Tenemos una comisión de Igualdad al que me he referido antes, presidida por una decana, que son el 50 % de los 67 colegios de procuradores de España. En el Comité Ejecutivo somos tres mujeres y tres hombres.
–¿Cómo es posible, entonces, que se diga insistentemente al ciudadano que la Justicia española es machista?
–Yo creo que eso se dice desde determinados ámbitos. Ni yo, ni muchísima gente como yo lo dice. Ahora hay más juezas que jueces. Entonces no tiene explicación. Me dice que en el Supremo hay más hombres que mujeres. Claro, es que al Supremo se llega al final de la carrera y antes había más hombres que mujeres, entonces llegaban más hombres que mujeres. Seguramente un espacio muy corto de tiempo a más mujeres en el Supremo que hombres, porque irán llegando las generaciones de jueces que han venido ahora. Y entonces habrá más mujeres que hombres en el Poder Judicial, en el Supremo y en la Audiencia Nacional.
–Un deseo para la procura en los próximos cinco años...
–Definir exactamente el futuro de mi profesión y avanzar en nuevas competencias. En definitiva, asentar la profesión por mucho tiempo y tener claro lo que queremos ser de mayores. Lo mismo que deseo para mis hijos o para las nuevas generaciones de España es lo que desearía para la Procura.